Mi narración se encuentra entre las memorias y experiencias del inicio de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Años de arranque, de búsqueda, de integración de un nuevo todo.
Saludo a aquellos profesores de esos inicios, a los directores que enfrentaban entonces un universo en ciernes, recién nacido, a los estudiantes que emigraban desde sus orígenes en localidades ajenas a la dinámica universitaria y aterrizaban en mundos nuevos.
Todo esto era parte de la atmósfera que yo revivo ahora.
Me presento para entretejer mis propios caminos profesionales con el contexto social, político y académico de esos años y mi encuentro con la naciente Escuela de Psicología de la UAEM, en 1973: una Facultad que daba sus primeros pasos.
Cuando fui a dejar mi CV con el Señor Director de aquellos años en 1973, Humberto Ponce Talancón, su aceptación fue inmediata. “Muy completo” comentó, e inmediatamente “Empieza mañana”, me dijo después de dar una breve revisión de mi CV (corto entonces). Esta respuesta evidenció la situación de la Escuela en esos años: maestros itinerantes, estudiantes recesivos o dispersos. Recién egresada, con Mención Honorifica, de mi Examen Profesional Final en Psicología de la Universidad Autónoma de Puebla, me alegró poder empezar la mañana siguiente y así empecé mi docencia en la UAEM. Mis cátedras, cursos o clases, cubrían Psicología Social I y II y Psicología Clínica y un poco después, estuve a cargo de enseñar Psicología Sexual.
¿De qué se trataba, en palabras del entonces director, que mi CV “estaba muy completo”?
Una joven inquieta Psicóloga, que ya daba un Seminario sobre Las mujeres en México en el CIDOC de Iván Illich, el Centro Intercultural de Documentación, que era un espacio intelectualmente sofisticado. En este espacio se creaba y favorecía, una interculturalidad latinoamericana, tintada por los años de Ilich como Rector de la Universidad de Puerto Rico. Espacio filosóficamente Latinoamericano y Caribeño, con raíces europeas, pensante y crítico de las certidumbres de la sociedad moderna industrial.
En este contexto inicié mis investigaciones etnohistóricas y con enfoque en las mujeres. Lo logré, con la fabulosa biblioteca que Iván y Valentina Borremans se habían empeñado en crear: una serie de documentos sobre la historia antigua de México; códices, crónicas, y todo tipo de documentos de los tiempos de la Colonia que permitían un acercamiento a las sobrevivencias, fragmentarias y, a veces, cargadas de prejuicios de los colonizadores sobre las culturas ancestrales de esta región de América. De ahí emerge mi primera publicación: “Las Mujeres en la Sociedad Prehispánica”. Este estudio sigue siendo el inicio de un hilo conductor de los estudios críticos para la descolonización que ahora publico ampliamente. Alimentan hoy, Seminarios Doctorales internacionales que temáticamente recuperan: “The Survival, revival, and invention of ancestral traditions in Mexico”. (Título exacto de un Seminario que impartí años después, (2006)como Profesora Visitante en la Universidad de Riverside, CA.)
Estudios independientes
El CIDOC con la calidad intelectual internacional reconocida de personajes como Iván Illich atraía presencias que daban Seminarios autoorganizados. Entre ellos: Filosofía con Michel Bosquet (André Gorz); Urbanismo con John Turner; Iglesia, sociedad y marxismo con Don Sergio Méndez Arceo; luchas de pueblos indígenas en América Latina con los bolivianos Fausto y Delfina y Ramiro Reynaga; e incluso se supo que el Che Guevara había pasado un tiempo ahí, y también Camilo Torres. Escuchábamos sobre Filosofía de la Liberación con Enrique Dussel, subsistencia campesina con Stanley Millet, Antipsiquiatría con Franco Basaglia, poesía con F. Guillermo Prieto, luchas campesinas del Nordeste Brasileño con el abogado Francisco Juliao. Grimaldo Rengifo es hoy, el luchador social instalado en la selva amazónica, que compartió ese CIDOC conmigo esos años. Iván lo conminó: “Cómprate un par de huaraches y vete caminando por el sureste de México”.
En ese contexto de tanta ebullición intelectual, auto-dirigida, y simultáneamente crítica de los axiomas de una modernidad industrial capitalista, pensé en hablar de la particular opresión y explotación que sufrimos las mujeres.
Proponer un seminario… ¿en CIDOC? me preguntaba, ¿sí se podía? Yo, joven mujer en ese ambiente que parecía tan envuelto en brillanteces masculinas. Pero me di cuenta que si en algún lado se podía que una joven mujer se atreviera a “enseñar” en esos años (1973) era en el CIDOC, propuesta autónoma, intercultural, crítica, anarquizante (término de Jean Robert). Propuse como título: Las mujeres en México: Áreas de investigación. Mi tema de Seminario era ya inicialmente feminista. Revisaba múltiples referencias a investigaciones tanto sociológicas experimentales como clínicas en Psicología.
Pasaba de ser docente en la UAEM en Psicología a enseñar este seminario sobre las mujeres en CIDOC. Fue una iniciación del feminismo mexicano en Morelos. Una novedad precursora a los estudios feministas sobre las mujeres del PIEM del Colegio de México (COLMEX) y del PUEG de la UNAM.
En el mismo CIDOC empecé mi distanciamiento de los aprendizajes ortodoxos formales sobre estudios experimentales, conductistas y psicoanalíticos de mi carrera en Psicología; que era una Psicología formal incrustada en los valores de las sociedades occidentales y neoliberales fundamentadas en las búsquedas de una modernidad desarrollista.
Varias experiencias, que introduciré ahora, influyeron en mi comprensión de la materia y me entrenaron en la docencia en Psicología.
Experiencias previas profesionales
Previamente a mi experiencia en el CIDOC con Iván Illich, había vivido y estudiado en Suiza el año 1971-72 como becaria de la Universidad de Neuchatel en la Facultad de Psicología, estudiando un curso de especialización con Jean Piaget y su asistente la Dra. Barbel Inhelder. El curso “Etapas del desarrollo cognitivo,” especialización de Piaget, incluía prácticas experimentales con la infancia. Cada semana tomaba el tren desde Neuchatel a Ginebra para hacer mi dia /mes Seminario con Piaget. Así también podia participar en las experiencias experimentales con el desrrollo infantil.
También durante ese año trabajé estrechamente con el Dr. Michel Bader, Psiquiatra especializado en el estudio de las características de la expresión artística en enfermos mentales. Este arte se denomina “Art Brut.”
Preparaba por este medio, la tesis final de mi carrera de Psicología en la Universidad Autónoma de Puebla. Aunque decidí finalmente, presentarme mejor para el Examen Profesional amplio que implicaba revisar absolutamente todas las materias que yo había cursado durante los cinco años previos. De esta forma logré la titulación rápidamente.
En la ciudad de Lausanne (Lausana), Suiza, visité asiduamente el museo del Art Brut “Collection del Art Brut en el Chateau de Beaulieu.” La curadora del Museo, Mme Goerg, era amiga de Jean (mi futuro esposo), y me apoyaba para mis visitas de investigación. Este término “Art Brut” correspondía a una vertiente artística. Había visitado todo lo que en aquel momento se había coleccionado. Mis preferidos eran Eloise, y el pintor y grabadista Sutter, un campesino migrante internado por más de 20 años en un manicomio Suizo. Ya había detectado algunas variables independientes en esta expresión artística y una de ellas, la reiteración/repetición cuasi obsesiva de ciertos colores, elementos y formas. Así empecé a sistematizar las características propias de la expresión pictórica en los esquizofrénicos hospitalizados, y también en la expresión artística de otros de los llamados “enfermos mentales.”
Esta experiencia me preparó para la invitación de Franco Basaglia, unos años después, para mi visita al Hospital de Trieste en 1974, siendo ya profesora de Psicología Social en la (UAEM) Escuela de Psicología
Recuerdo ahora, justamente por el tema que toco aquí, uno de mis exámenes finales en Psicología Clínica en la Universidad de Puebla. Antes de la titulación (1972), una experiencia que aterrizó las lecturas teóricas clínicas que hacíamos como estudiantes con los libros de Ronald Laing y David Cooper. Especialmente el libro Razón y Violencia, o Muerte de la familia que revisaba el pensamiento de Jean Paul Sartre en relación con los fenómenos de la “locura». Estas habían sido parte de ciertas lecturas de preparación psicológica, clínica.
El examen final profesional en Clínica, en la Escuela de Psicología de la UAP, con el Dr. Víctor Fernández, Psiquiatra Frommiano, incluía ciertas exigencias: debía realizarse posterior a prácticas directas de varios meses en el Hospital Psiquiátrico. Además, el examen final se realizaba como un evento público. Este examen final formal era una entrevista abierta al público interinstitucional en donde la estudiante debía presentar los resultados de sus meses de tratamientos al interior del Hospital. Recuerdo a mi paciente Eva, entonces una niña que fue encontrada como bebe en un basurero y recién nacida y recuperada de ahí. Eva creció en el hospital. Tenía 13 años. Yo tuve, como práctica, su tratamiento por varios meses.
El examen completo consistía en hacer una anamnesis clínica, recopilar los datos, y dar un diagnóstico clínico. El Dr. Víctor Fernández, una vez que presenté todo el documento con los datos extensos y detallados, me preguntó “Y usted, ¿qué diagnóstico hace?” Yo me detuve, recordé las lecturas previas críticas anti psiquiátricas de Laing y Cooper y esto me hizo cuestionarme a mí misma: ¿Qué diagnóstico podía yo dar? Aunque había ya reunido todos los datos y las respuestas y registrado la actividad mental y trayectoria de vida y de traumas de Eva, me paralicé. El Doctor insistía en volver a preguntar y cuestionarme, y tenía que dar la respuesta. Era una joven atrevida, pero comprometida a fondo con lo que había iniciado a comprender: una postura crítica hacia la valoración de los llamados tratamientos médicos para las “enfermedades mentales”. Esto era crucial especialmente después de mis lecturas intensivas de Laing y Cooper.
Guardé silencio…que me parecía eterno, pero finalmente tuve que contestar, ante la expectativa de todo ese auditorio silencioso. Contesté, temiendo el resultado de mi pasantía en su etapa final. “Yo no creo,” dije, pensándolo reflexivamente, “que puedo dar un diagnóstico…” y lo afirmé un poco temerosa con voz queda. Recordaba entonces los diagnósticos clínicos y como estos condenaban a la hospitalización obligatoria y a la brutalidad de los tratamientos como el electroshock, el coma insulínico, el aislamiento y encierro obligatorio y la sobredosis de medicamentos.
El Dr. Fernández, muy versado en las posturas anti psiquiátricas por las que tenía simpatía, declaró en alta voz, para que toda la audiencia estudiantil y amplia escuchara: “Por esa respuesta se merece un diez y una mención honorífica.”
Me tardé un rato en entender… casi no logré comprender de inmediato lo que el Doctor afirmaba, por lo absorta, preocupada, y temerosa que estaba.
Ahí, la ética de mi profesor se afianzó en mí: la defensa de los pacientes mentales y el compromiso contra las injusticias de los tratamientos médico psiquiátricos, como electroshock, abuso medicamentoso, encierro obligado, separación de la familia y los seres queridos y del medio social y comunitario que condenan a un ser de por vida a una sobrevivencia precaria, injusta e inhumana. Todo esto apoyado por criterios médicos que ahora llamamos tratamientos hegemónicos.
Desde años todavía previos a mi titulación, yo ya era asidua lectora de autores críticos, además de Laing y Cooper, psicoanalistas críticos lacanianos como Félix Guattari, sociólogos como Robert Castel, Médicos Psiquiatras, como Franco Basaglia, pensadores como Michel Foucault y Thomas Sasz, feministas como Franca Basaglia.
Todo esto anclado también, en las críticas profundas a una de las certidumbres modernas o axiomas contemporáneos que seguí develando y para des-naturalizar lo considerado “obvio” para una época y una cultura dada. Estas perspectivas las cuestionábamos en el CIDOC al lado de Jean Robert, Iván Illich, Franco Basaglia, Wolfgang Sachs, y varios pensadores críticos.
Cuando conocí a Jean Robert, nos encontramos en Neuchatel en Suiza. Yo tenía la invitación desde el Director de la Facultad de Psicología de esa Universidad de Neuchatel, para otorgarme una beca de posgrado. Por eso llegué a esa ciudad en Suiza posterior a un desencuentro con el novio casadero poblano que rechacé. Una beca de Maestría para esa Universidad era mi sueño. Pero me encontré con otro sueño, de amor profundo que duró los 50 años que vivimos y compartimos todo. Juntos nos apoyamos para el camino difícil, de renuncias, de vida austera, y de luchas, en favor de los despojados material y culturalmente. Un camino que unió nuestros corazones y prácticas, y ha sido la satisfacción de una vida vivida al servicio del bien común.
El pensamiento y acción illichianos y su propuesta de admiración y respeto hacia los pueblos y sus tradiciones ancestrales que se reviven hoy, fue una guía. La vivimos por y con Illich en el CIF y luego en el CIDOC fue una inspiración para Jean y para mí. Nos acercó profundamente el uno al otro apoyándonos siempre, con mi firme autonomía feminista al resguardo. Lo vivimos tanto en compromisos políticos y epistémicos de apoyo a los pueblos cuanto en el perseverar y ser consecuentes con la elección de un modo de vida austero pero pleno de satisfacciones no consumistas. Dedicados a pensar y hacer para la liberación con imaginación descolonizada y a través de acciones comprometidas.
En esos años 1972-73, con Jean Robert a mi lado, en Cuernavaca, ya habíamos empezado a participar con Iván Ilich en el CIDOC. (Centro Intercultural de Documentación). Empezamos simultáneamente como profesores de la UAEM, Jean en Arquitectura y Urbanismo, yo en Psicología. El hecho de compartir los espacios CIDOC y UAEM fue una experiencia de mutua fertilización de vasos comunicantes e interconexión para el aprendizaje. Sobre todo, para compartir experiencias con el estudiantado de la UAEM. Esta fusión entre dos espacios y horizontes, brindó oportunidades para iniciar proyectos de gran envergadura política y social proyectados y originados desde la Escuela de Psicología de la UAEM.
Como profesora ya de Psicología Social de la UAEM, al lado de Jean Robert, y como su esposa, me encontré personalmente en el CIDOC, en 1974 y al lado de Iván Illich a críticos acérrimos y lúcidos de la psiquiatría clásica represora como al Psiquiatra italiano Franco Basaglia. Lo había leído previamente y compartí inquisitivamente en el Seminario de Illich, sobre sus experiencias y posturas políticas. Franco, al escuchar mis preguntas, me invitó de inmediato a visitarlo y a hacer una Residencia en el Hospital de Trieste en Italia del norte. Este hospital psiquiátrico se había transformado en un hospital “abierto” comprometido con cambios radicales en la atención a los llamados enfermos mentales.
Basaglia era Director responsable de ese Hospital Psiquiátrico de Trieste. Durante el Seminario de Iván Illich en el CIDOC, expuso que tenía 7 denuncias y procesos legales en su contra. Como director responsable del Hospital, la ley lo consideraba a él responsable porque permitió que los pacientes circularan libremente. Varios internos habían sido acusados de 7 delitos menores, pero según la ley el director del hospital debía acabar en encarcelamiento, pues él, era el médico responsable. La claridad de la represión injusta contra los llamados locos o “enfermos mentales” apareció claramente en mi conciencia profesional como psicóloga.
En Trieste, a través de esa estancia de meses de investigación/acción participativa, viví experiencialmente los abusos cometidos hacia los enfermos mentales con los llamados “tratamientos” y su brutalidad. Reconocí el electroshock, encierro forzado, (encontré todavía jaulas abandonadas con barrotes donde se encerraban a los pacientes “agitados”) los efectos de la medicación desmedida e invalidante, la pérdida de su autonomía y la pérdida de sus relaciones familiares y comunitarias. También experimenté las técnicas del hospital abierto y su proceso de cambio y sus estrategias. Un hospital que permanecía abierto y en donde la comunidad citadina de ese norte de Italia tan culto y sofisticado, se daba cita para atender conciertos, inauguraciones pictóricas, lecturas de poesía, y otros eventos culturales que transformaban la locura en un estado vivible. Así acabé como una activista férrea antipsiquiatría.
Y fue por eso que en mi calidad de Profesora de Psicología Social y con las inquietudes anti psiquiátricas de esos primeros años, iniciamos con varios estudiantes un proyecto de atención psicológica en una comunidad aledaña a Cuernavaca y en donde probamos atención clínica des-institucionalizada. Esto permitió que la llamada “paciente” pudiera permanecer con su familia e integrada a su comunidad de orígenes indígenas. Hacíamos visitas periódicas a la comunidad y no solo a la “paciente.” Ahí también floreció mi propuesta de que, en las tradiciones ancestrales de los pueblos, no se aísla ni se brutaliza, a quien pasa por una experiencia de des-balance emocional o psíquico. Las culturas ancestrales en Mesoamérica, tienen otras formas de lidiar que absorbe, sin inutilizar, a aquellas personas que pasan por crisis.
Una de las experiencias psicológicas en esos años en nuestra Universidad fue el diseño y realización de una investigación que las sociólogas feministas implementaban en varios países europeos. “Estereotipos femeninos y masculinos,” investigación de campo, co dirigida con la socióloga Británica Dra. Sue Sharpe y la Dra. Ann Reid, colegas de la reconocida autora y Dra. Sheila Rowbotham. Se llevaron a cabo por estudiantes de Psicología Social, a mi cargo con una muestra piloto. Para iniciar, estudiantes de Psicología social de la UAEM recorrieron barrios de Cuernavaca con las listas de esos estereotipos masculinos y femeninos. Así entrevistaron un muestreo piloto de mujeres y de varones. Estos estereotipos fueron confirmados y eran vigentes entonces y, la mayoría, sobreviven desafortunadamente hoy.
Esta investigación ha quedado en mis archivos. Una de mis primeras publicaciones es justamente producto de esa investigación: “Rituales de interacción femeninos masculinos”, (1977 en: Juana A. Alegría (ed.), Mujer Viento y Ventura, México, Editorial Diana) y fue una reflexión que incidió en esos primeros años de un feminismo académico. Los resultados de esa investigación nos sirvieron para los debates en clase y abrieron nuevos caminos críticos a la “norma” social sobre feminidad y masculinidad en aquellos tempranos años de 1975. La UAEM incidió, a través de este experimento piloto, en crear una base de datos sobre Estereotipos Femeninos y Masculinos en México hecha por estudiantes de Psicología Social de la UAEM, y útiles para investigaciones posteriores de teoría feminista.
Desde mi participación política en la Escuela de Psicología, durante esos primeros años, tuve el privilegio de ser elegida Consejera Universitaria Maestra. Recuerdo las reuniones con el señor Rector que ya era el Q.I. Sergio Figueroa Campos. Luché para que la Escuela siguiera creciendo y fortificándose. Los estudiantes eran muy activos políticamente en esos años y su presencia influía en el acontecer académico con los profesores y otros estudiantes.
Reconozco, como lo señala R. Santoveña en su narración (Santoveña, 2021), que en algún momento de crisis institucional fui visitada persistentemente por un grupo de estudiantes, que, esos primeros años, ante el desorden administrativo de la Escuela, me propusieron que me hiciera cargo de la Dirección. En aquellos años, mi naciente proyecto de vida no incluía vivir inmersa en situaciones administrativas. Estaba por lo tanto dedicada y muy comprometida con la Investigación Acción. Así que agradeciéndoles mucho a los jóvenes que me insistían y proponían (varios nombres vienen a mi mente ahora), decidí negarme.
Experiencias internacionales vinculantes con la Escuela de Psicología.
Un poco más tarde, durante la Dirección del Psicólogo Huberto Fabre (1976-77), tuve la responsabilidad asumida muy colectivamente, con esta nueva Dirección, de diseñar y elaborar los programas de estudio para las materias de Psicología Social I, Psicología Social II y Psicología Sexual.
Me encontré en el Hospital de Trieste, con la Dra. Franca Basaglia, socióloga y una feminista insigne originaria de Venecia Italia, compañera de Franco Basglia; que había trabajado y publicado intensamente desde estas perspectivas sociales anti psiquiátricas específicamente en torno a las mujeres. Y fue a raíz de este encuentro, que nos dedicamos como feministas a dilucidar temas sobre mujer y locura.
En 1977 en el Tercer Encuentro Internacional de Alternativas a la Psiquiatría, en el Hospital Psiquiátrico de Trieste Italia del norte, participé como integrante de la Red de Alternativas a la Psiquiatría, (denominada popularmente cono Antipsiquiatría) a la que me sumé en París desde el Encuentro fundacional en 1975. Fui invitada, por esta naciente asociación internacional, a representar a América Latina y principalmente a México. Y ahí, desde la gran carpa que acogía 5,000 participantes, en los jardines del Hospital Psiquiátrico, se hicieron presentaciones de varias partes del mundo. Como mexicana, presenté nuestra situación, nuestras raíces culturales en el tratamiento a la “locura” e hice una propuesta que emergía desde nuestro país (México). En esos años era docente de la Escuela de Psicología y la representaba.
En 1976, apoyada por mi docencia en la UAEM en Psicología Social logré invitar al Doctor y psiquiatra David Cooper. Llegó a Cuernavaca y presentó un Seminario “Diálogos con David Cooper” que marcó terreno en esa área de crítica a la familia como institución. David estuvo alojado en nuestro departamento. Con el apoyo de la UAEM, dialogamos largo con él, en un evento co- auspiciado por la Ex -Hacienda de Cortez. Durante tres días y, con una audiencia y colectivo selecto, nos dimos cita para dialogar con David Cooper sobre sus reflexiones en libros como La muerte de la familia, libros críticos de la psiquiatría.
Durante mis clases de Psicología social I y II, sembré las inquietudes desde esa perspectiva crítica de Alternativas a la Psiquiatría entre mis estudiantes y empezamos ya entonces a prepararnos para organizar en 1978, en México el IV Encuentro internacional de alternativas a la Psiquiatría. Esperando que, desde nuestra Escuela, pequeña e inicial, pudiéramos tener el apoyo y los recursos para lanzar un evento internacional de esta envergadura. El comité organizador lo formamos Huberto Fabre, entonces Director, las estudiantes Beatriz Herrera y Gina Bisogno, y la Profesora de Psicología Social Sylvia Marcos.
Existía ya de respaldo mi presencia representando a México desde el Encuentro en Trieste un año antes en Italia, y había tenido una gran oportunidad de lograr un espacio de análisis para nuestras particulares coyunturas en salud mental aquí en México. En ese evento se anudaron las relaciones y compromisos de trabajo con el Filósofo y Psicoanalista crítico lacaniano Félix Guattari; también se tejieron y fortificaron lazos con el feminismo de la autora crítica Franca Basaglia, y con el Psiquiatra célebre revolucionario Franco Basaglia y con el sociólogo Robert Castel.
Como profesora en la Escuela de Psicología compartí mis experiencias como parte de la docencia en Psicología Social. Los estudiantes empezaron a revisar los conceptos de que es la “locura” o la “psicosis” y como este acontecer (fenómeno) humano es frecuentemente resultado de la explotación económica, del abuso sexual y no simplemente un problema individual despegado de las condiciones sociales. Por lo tanto, para poder incidir en la resolución había que considerar situaciones sociales, políticas, y económicas que casi nunca forman parte de diagnósticos y tratamientos en salud mental.
Con este Resaeaux, Red de alternativas a la Psiquiatría, se tejió un compromiso con México y América Latina. Les urgía, como colectivo político y social, entrar en contacto con el continente e incorporar en sus análisis nuestras culturales particulares.
Al recibir la invitación, para participar en este IV Encuentro Internacional del Reseaux de Alternativas a la Psiquiatría y aquí en México, de esta joven psicóloga mexicana y por lo tanto latinoamericana, su respuesta fue inmediata y calurosa. Respuesta de apoyo desde ese colectivo internacional a la UAEM en Morelos México. Logramos que llegaran a este nuestro IV Encuentro internacional de Alternativas a la Psiquiatría en Cuernavaca, México, todos estos personajes reconocidos internacionalmente: Marie Langer, David Cooper, Franco Basaglia, Félix Guattari, Franca Basaglia y Mony Elkaim. Lo logramos con el apoyo solidario de estos personajes europeos que viajaban totalmente autofinanciados, y por solidaridad con América Latina llegaron sin exigencias… Nosotros les ofrecimos lo mejor que pudimos financiar. Mucha chamba y mucha creatividad, pues decidimos encontrar hospedajes alternativos para todos ellos y ellas con nuestras familias y redes de amigos que los quisieron hospedar y acoger.
El libro Antipsiquiatría y Política, que publicó la editorial Extemporáneos, fue editado y publicado con lo mejor de las presentaciones de este Encuentro y tuvo dos ediciones en Extemporáneos y varias reimpresiones desde las luchas antipsiquiatrías que continúan hasta hoy. El libro Manicomios y Prisiones fue producto del Primer Encuentro Latinoamericano y V internacional de Alternativas a la Psiquiatría. Que tuvo lugar también en Cuernavaca, apoyado por instituciones educativas como la UAEM y la Universidad Autónoma de Puebla. Participaron ponentes y activistas y participantes de diversas profesiones de 27 países. Aquí también colectivos de estudiantes de Psicología de la UAEM tuvieron una presencia relevante preparando la infraestructura y la logística del evento.
Desde esos años, en donde fue posible ser profesora titular catedrática de las materias de Psicología Social I y II y Psicología Sexual, empecé a tener una vida muy activa internacional. Invitada a dar conferencias en diversos países, a consultar y fundar los inicios de colectivos de Antipsiquiatría, principalmente, en varias ciudades de Brasil (Sao Paulo, Rio de Janeiro, Belo Horizonte), y también en Medellín, Colombia, en Quito, Ecuador, Montevideo, Uruguay, Buenos Aires, Argentina. A la vez que seguía con mis perspectivas feministas colaborando con colectivos, en París invitada por Guattari a los miércoles con Foucault, y otros eventos del Reseaux Europeo en Bélgica, Italia, e Inglaterra.
Estos compromisos empezaron a ser absorbentes de mis tiempos y elegí, después de algunos años, dejar mis cátedras a la Dra. argentina Elsa Gesino, experta en Psicodrama y recién llegada a México.
Desde entonces he sido frecuentemente invitada a participar en Congresos, a dar Seminarios, y participar en actividades en la Facultad de Psicología y en muchas Facultades de la UAEM.
Particularmente relevantes han sido los eventos Coloquios y Encuentros Ivan Illich, en 2003, 2007, 2012, 2016, eventos de grandes contribuciones intelectuales y de compromiso ético. Empezaron desde la convocación de la UAEM a otorgar el Doctorado Honoris Causa a Ivan Illich. Cuya aceptación, acrecentó el honor de la institución, reconociendo su valor y fama internacional, la calidad y el compromiso de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Bibliografía personal mínima
Marcos, S. (1977). “Rituales de interacción femeninos masculinos”, En Juana A. Alegría (ed.), Mujer Viento y Ventura. Editorial Diana.
————— (2004). Religión y género. Enciclopedia Iberoamericana de Religiones vol. 3. Editorial Trotta.
————— (2011)Tomado de los labios: Género y eros en Mesoamérica (J. Robert & R. Suárez, Trads.; 1era ed.). Ediciones Abya-Yala.
————— (2011). Mujeres, indígenas, rebeldes, zapatistas (1.ed). Eón.
Marcos, S. (Ed.). (1980). Antipsiquiatría y política (1era ed.). Extemporáneos.
————— (1983). Manicomios y prisiones. Red-ediciones.
Santoveña, R. (2021). Los primeros diez años de vida de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos: Una historia preliminar (segunda parte). En Historia de la Facultad de Psicología de la UAEM (pp. 79–156). UAEM.
Para consultar bibliografía completa de la autora, visitar: www.sylviamarcos.org.mx